NECRO FILIA
La
noche rugía apocalípticamente, había tormenta y la lluvia arrasaba con fuerza
el zinc del techo de la morgue regional. El viento soplaba y silbaba inclinando
las copas de los árboles mas altos, abriendo ventanas y golpeando los carteles
en las calles. Las calles estaban vacías y el humo de las chimeneas de los hogares
buscaba su propio cielo. Los truenos y los relámpagos solo agregaban mas
tensión a esa fría noche de primero de noviembre, día de todos los santos
muertos. El viejo apareció de pronto en la entrada de la morgue, estaba de pie
en el frío pasillo, temblaba, estaba empapado, goteando en el piso de cerámica
antigua de la instalación, vestía una bata de baño mojada que se pegaba a la
piel suelta y arrugada del demacrado abuelo. Era un anciano, de poquito cabello
blanco, piel pálida y profundas ojeras. En sus ojos había locura, odio y
lujuria. Sus ojos estaban rojos, como el efecto de no dormir o alguna droga...
El anciano
se movió hacia las puertas de las salas de depósitos de cadáveres, La bata se
abrió cuando se movió y dejó al descubierto una inmensa erección.
- ¿Donde ezztas? – Preguntaba. - ¡No me puedezz
dejar azzí, maldita zzorra! - Y mientras buscaba, olisqueaba y abría puertas de
oficinas y dependencias del lugar. Se movía por el pasillo como un borracho
poseído y la bata abierta seguía mostrando un perfecto pene erecto que apuntaba
con la cabeza roja al techo.
Juan Pérez
debutaba esa noche como guardia de seguridad en el hospital regional. La morgue
estaba en el ala derecha del establecimiento. La morgue era una dependencia
amplia y antigua. Tenía unos ventanales grandes y una entrada de puertas de vaivén,
de esas de hospital. Juan salió a realizar una ronda por la instalación, justo
cuando la noche era mas tormentosa y ruidosa, cuando el silbar del viento dibujaba
tétricos escalofríos en la espalda del rondín. Justo cuando un trueno estremecía
el lugar y en el preciso momento cuando la luz potente de un relámpago ingresaba
por los ventanales del pasillo de la morgue… la impresión puso frente a Juan a
este esperpento de persona, en bata, con cara de loco y con el miembro duro
como fierro.
El
viejo enloquecido se movía de puerta en puerta y reclamaba que lo habían dejado
solo, de pronto se encontró frente a frente con la cara asustada de Juan y sin
pensarlo mucho se le fue encima al guardia, con los brazos adelante y las manos
crispadas como garras ...
- ¿¡DONDE EZTAAA!? - Gritaba sin los dientes, con la
bata flotando al aire y su herramienta zigzagueando por todos lados. Juan dio
unos pasos atrás, Intentando evitar que lo apresaran o lo golpearan. Pero el
anciano escuálido y caliente pasó de largo por el costado del aterrorizado
guardia. Pasó corriendo por su lado con la bata al viento y ... Su pene
asomando.
Corrió
por los pasillos, olfateando y gritando fuera de si. - ¿Dónde ezztázz mujer?,
ven mujer, dame lo que me corresponde. ¡Tiara!, ¿¿Dónde ezztázz??
Caminaba
desesperado, abriendo puertas y olisqueando por doquier, hasta que su nariz lo
llevó al depósito 212. Ahí el viejo se detuvo y abrió la puerta. Quedó en
silencio y miró extasiado hacia dentro. Su pene dio un brinco y Juan, mas atrás
y escondido, buscó su walkie talkie, apretó el botón para llamar, y dijo muy
bajito.
- " un 10-15... en la morgue... Urgente... En
el 212." - Y cortó.
Lentamente
se acercó hacía el viejo para intentar calmarlo y alcanzó a poner sus manos
sobre los hombros del hombre... en ese momento miró hacia el interior de la
sala.
En la
sala había una camilla quirúrgica plateada, de acero inoxidable donde se les
hacía la autopsia a los cadáveres. Sobre la camilla había una mujer muerta.
Había sido atropellada esa tarde al intentar cruzar la calle y fue golpeada por
un camión que la había arrastrado por mas de cien metros por el concreto caliente
de la carretera.
El
cuerpo estaba destrozado, pero su cara había recibido la peor parte, su rostro
era una ensalada de dientes, huesos y cartilagos expuestos. La maraña de pelo
negro y largo estaba enredada en trozos de carne y piel, La lengua le colgaba
horrendamente hacia la izquierda, fuera de la boca y un ojo se había salido de
su cuenca y pendía de un hilo viscoso. Era o había sido una mujer blanca y
gorda de unos cincuenta años. El cuerpo era grande y ancho, estaba amoratado en
varios sectores y otros con heridas abiertas y expuestas que ya no sangraban. Al
parecer el golpe de la cabina del camión le dio de lleno y al arrastrarla sus
huesos, su cara y sus manos se llevaron la peor parte. Los brazos estaban morados
y las manos molidas. Le habían inyectado un líquido verde fosforescente para
embalsamar. Era el principio de arduo trabajo por hacer por la pobre mujer.
El
viejo enloquecido de felicidad y excitación alzó las manos al cielo y gritó. - ¡¡Acá
estar mujer!!, ¡¡Ven para acá!! - Gritó feliz y de improviso dio un salto y se
montó en esa amalgama amoratada de huesos salientes, pelo con sesos, carne
expuesta, piel colgante y liquido verde para embalsamar que se le escapaba por
los orificios de esta. El viejo, con el vigor de un quinceañero, le abrió las
gordas piernas y dejando expuesta una vulva peluda y aún con sangre, y que chorreaba
liquido verde hacia el ano de la difunta. El viejo, sonriendo cual enajenado, la
agarró por las caderas y hundió su enorme mástil por entre esas carnes mustias,
frias y lubricadas por el líquido verde.
Comenzó
a moverse de una forma entre enloquecido y lujurioso. Lo metía y lo sacaba como
una maquina, en cada sacada de su miembro traía de vuelta algunas costra o
carne de la difunta. Juan no podía creer lo que estaba presenciando. No sabía
si dejar que el hombre se desfogara tranquilo o debía detener el asunto al
momento. Juan pensaba esto mientras el anciano desdentado jadeaba vigoroso
sobre la muerta, la mesa metálica se remecía con el alboroto, llegó un momento
que el viejo estiro los brazos al cielo y comenzó a gritar a la nada, a la
habitación. "Gracias, gracias, gracias Tiare por hacerme tan feliz. Te amo
y te amaré por siempre". Y se movía el viejo y tenía el pene y las bolas
llenas de líquido verde y sangre. "Gracias amor mío por cuidarme y
tolerarme." Y el viejo se seguía moviendo con mas frenesí. "Gracias
Tiare." Y la besaba en la boca, pasaba la lengua por el ojo colgante y
chupaba la lengua muerta del fiambre. De pronto y casi diez minutos después,
puso los ojos blancos en señal de su éxtasis y comenzó a bajar el ímpetu
gradualmente, y mientras tocaba los senos fofos, caídos y sin vida de la dama,
que a esa altura parecían ubres de una vaca vieja y muerta... Y mientras nuestro
anciano amante ponía los ojos blancos de pasión y éxtasis, comenzó a hablar en
una lengua desconocida. "!!Necruuummm… filiummm…¡¡" o algo así, y
comenzó a repetirlo varias veces e imploraba al cielo. Juan a esa altura quería
ver en que terminaba esta situación. Dudaba que la mujer se sintiera ofendida que
un hombre tan ganoso y bien proporcionado le diera un “polvito” post mortum.
Así que decidió esperar a que llegara el bendito clímax del semental y de ahí,
se acercaría a conminarlo a retirarse. Por las buenas o por las malas. Tomando
en cuenta que lo que había pasado allí no se debía contar a nadie. Así que con
eso en la mente observó al viejito chico, sin dientes y pálido como un fantasma
hasta que culminó su ... Aborrecible y asqueroso encuentro amatorio...
El amor
es extraño a veces, te hace hacer locuras inimaginables.
Por fin
el viejo dejo de proferir al cielo y sus embestidas eran mas pausada. La piel
flácida de sus nalgas así lo indicaban. Hasta que, por fin, después de un largo
rugido, producto de una copiosa eyaculación, se tendió sobre el cadáver y
comenzó a besarlo y a acariciarlo. Su pene, ya mas pequeño y fuera de la vulva
distorsionada, lo ponía a descansar sobre el muslo de la mujer fiambre dejando
la huella verde-roja quedara marcada por toda el área de la pierna y la mesa
quirúrgica. Sus manos tocaban los pezones, la barriga, los brazos y recorrían la
piel de la muerta. El hombre la acariciaba con una pasión y un amor que Juan
jamás había visto. Juan sentía ganas de llorar recordando las continuas peleas
en su casa con su mujer que a veces eran puras tonteras. El hombre ahora
chupaba la lengua colgante y le metía los dedos en la vagina. Había mucho amor
y pasión para entregar.
De pronto sintió unos pasos a su espalda y vio pasar
a su compañero del turno con un arma apuntando a la pareja, se pone al lado de
esta y apunta a la nuca del abuelo y sin pensarlo dispara.
El fogonazo
destapò el cráneo del hombre y la cabeza de este estalló en manchas rojas que
salpicaron por todos lados, las paredes, el piso, la cara de la muerta y la camisa
del colega.
- ¿¿¡¡Que hiciste hueón!!?? - Le gritó Juan molesto
al colega, tomándolo por el brazo en el cual tenía el arma. El colega lo miró
molesto a la cara y le dijo. - No hueón, ¿qué hiciste tú?, No hiciste nada,
viene un viejo loco, se te mete al recinto, fornica con una muerta que está a
tu cuidado ¿¿¡¡y tú no haces nada!!??, anda preparando un informe y despidiéndote
del empleo -
-"Era solo un hombre que buscaba a su..."
- Y Juan quedó sin palabras. ¿Que mierda
podía responder a eso?, quedó petrificado como un imbécil y dejó que todo
pasara frente a sus ojos... Su colega tenía razón.
- Tienes razón, - le dijo - la cagué, y lo asumo. Y
se terminó el tema. Se llamó a la policía para poder hacer los trámites
pertinentes y cambiar al viejo libidinoso muerto de pieza.
Luego
de pensar por unos momentos y ya mas tranquilo, le preguntó al colega.
- ¿Y sabes quién
era la mujer del 212? -
- No, - dijo el colega interesado - veámoslo ahora.
- Y Fueron al archivo, buscaron en un estante lleno de carpetas y cajas y
dieron con uno, lo abrieron y leyeron...
- Tiare González Romanov...- leyó el colega en voz
alta.
- ¿Romanov? - le repitió Juan Pérez.
- Sí -
- ¿Era Gitana? -
- No, no era de esas de las carpas en la carretera,
a esta señora le decían: "Madame Tiare", leía el tarot, pociones de
amarre y cosas así. Tenía una gran casa y vivía de eso. No se sabe si era
casada. Tenía mucha clientela femenina. Incluso mi hermana y mi señora se
atendían con ella, era muy buena decían ambas, pero nunca me hablaron de que
fuera casada... Ya sabes, si no te importa, ¿para que preguntar?... Y si mi "terroncito" es feliz, yo
también. Uy, se pondrá triste cuando le cuente esto. - dijo el colega.
- ¿mira si dice si era casada? - le dice Juan al
colega y este busca en el documento.
- Dice que sí, que era casada... – ambos se miraron
intrigados.
- ¿Y quién podría ser él? - preguntó Juan. - ¿algún
degenerado fisgón o un loco enamorado? -
- No lo sé. La policía va a periciar eso ahora, ya
los llamamos. - concluyó el colega.
Cuando
llegaron los policías y después de contar la historia del viejo caliente y la
muerta a la policía, estos pasaron a revisar las huellas digitales del occiso y
estas les arrojaron un nombre. El policía leyó...
Nombre: Luis Soto.
Apodo: Sotito.
Estado Civil: Casado,
Edad: 40 años,
Ocupación: desempleado.
- ¿Casado con quién? - preguntó Juan. El policía
leyó desde su celular la información...
- Tiare Úrsula González Romanov... -
- ¡¡¿¿Era su esposa??!! - se asombró Juan.
- Así parece - contestó el policía. - parece que
mataron al hombre equivocado, él solo quería fornicar por última vez con su
esposa... -
- pero ella estaba muerta - dijo confundido el
colega.
- "el amor tiene formas extrañas de
expresarse" parece... Es cosa que mires el mundo como esta. Ya nada me
sorprende. - y el policía se alejó a hablar por la radio del radio patrulla.
-¡¡Chuuuuuuuu!! - A Juan Pérez se le aclaró la mente
completamente. El mundo se le hizo pequeño y sintió vértigo. Apoyo su espalda
en la pared y luego se dejó caer sobre sus pies y quedó mirando una baldosa de cerámica
del piso, fijo sus ojos ahí y su mente se fue a la filosofía del amor carnal y
la fuerza del poder femenino. El viejo era un hombre de cuarenta años, que
parecía de setenta, estaba casado con una bruja que había muerto repentinamente
en un accidente. Romanov o madame Tiare había sido una gitana y pitonisa que hacía
conjuros de amarre de amor y brujerías. A “Sotito” nadie lo conocía y era su
esposo, era un hombre que no salía, no trabajaba y nadie hablaba de él y ella
lo mantenía encerrado. Lo Mantenía escondido y sin salir. A un hombre de un enorme
vigor sexual y dotado de una gran herramienta. La bruja lo tenía como un
juguete personal...
“Lo tenía embrujado.”
No
existe otra respuesta. Un hombre embrujado por una mujer que tenía el
suficiente poder para. Volverlo loco y así evitar que la abandonara. Sabía que,
con esa herramienta y ese vigor, las mujeres se lo pelearían... o quizás lo sorprendió
en una infidelidad y lo castigó. Las variantes podían ser muchas y él estaba
muy cansado y con ganas que terminara el turno e irse a su casa a dormir
abrazado a su esposa.
Juan quedó
en silencio. Quien era él para criticar. Esta historia era mejor no contársela
a nadie, ya que nadie le iba a creer lo que había visto esa noche.
Fin
Giovanni Sandoval
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